Javier FilardiEl receptor-punta cordobés, elegido por Julio Velasco como nuevo capitán de la Albiceleste, dijo que su trayectoria fue clave para que el entrenador le asigne esa función. “A Julio le calza justo mi estilo de juego”, sostuvo en una entrevista realizada por Gabriel Rosenbaun para el Diario La Voz.

Rompió el molde. En un vóley moderno donde los receptores-punta vuelan para pegarle con un caño muy arriba de la red, el cordobés Javier Filardi cultivó otro estilo: el de la recepción perfecta, con la marca registrada de la lengua afuera (como Michael Jordan), y una variedad de recursos ofensivos para sacar de las casillas a cuanta torre se le cuelgue del otro lado en el bloqueo.

Después de ganar todo con Bolívar, se mudó a UPCN de San Juan y no sólo fue campeón de la Liga Argentina, sino que se dio un gustazo que sonaba casi increíble: subirse al podio del último Mundial de Clubes.

¿Quedaba algo más que volver a la selección argentina? Sí, aunque parezca mentira, quedaba un cachito más que el regreso soñado, a los 34 años y con una pila de trofeos en las repisas. Faltaba que Julio Velasco, el entrenador que genera más atracción que sus propios jugadores, lo designara capitán, en la primera incursión del mítico DT en la Albiceleste.

“Volver a la selección es lo máximo. Es a lo que aspira cualquier jugador de cualquier deporte. Le estoy muy agradecido a Julio por haberme puesto como capitán y por darme semejante confianza. No es fácil, más aun con la clase de jugadores que hay en este equipo. Hay una idea de trabajo muy firme y ojalá se refleje en los resultados”, dice Javier Filardi desde Mendoza, en diálogo con Mundo D, antes del debut en la Liga Mundial 2014.

– ¿Cómo hacés para procesar tantos estímulos juntos? Antes de la selección lograste el título de Liga y el tercer puesto en el Mundial de Clubes.

– Lo del Mundial de Clubes fue increíble. Habíamos ganado todo durante la temporada y llegábamos un poco cansados. Sabíamos que iba a ser muy difícil, pero el objetivo del club era subirse al podio. Y lo logramos, sobre todo porque el equipo jugó muy bien. Para mí y para el club fue histórico. ¡Y para el vóley argentino también! Creo que jugué y gané muchas ligas para llegar a este momento. Y cuando estás en el podio de un Mundial pensás que muy difícilmente puedas dar un paso más. Siento que es el premio al esfuerzo. A veces el deporte te da esa recompensa de la medalla y la gloria.

– ¿Cómo fue el momento en que Velasco te planteó que serías el capitán?

– Me llamó y me dijo que por experiencia, por edad y por haber vivido más cosas que muchos de mis compañeros, me proponía ser capitán. Le dije que si él confiaba en mí, estaba totalmente de acuerdo, pero que si había alguien que se oponía, yo prefería que el tema vaya a votación. Al final no lo planteó como opción: me confirmó que sería el capitán.

– Hay jugadores con trayectoria y apellidos de peso: Conte, Quiroga, De Cecco o inclusive Solé. ¿Qué vio Velasco en vos más allá de esa experiencia que mencionabas?

– Creo que buscó una referencia. Soy un jugador que no quiere ser figura ni salir en los diarios ni en la tele. Mi estilo de juego es recibir bien y estar ayudando al que está al lado, al equipo, y estar siempre predispuesto. La elección puede venir por ese lado.

– Que te dé la capitanía y decida ubicarte como el receptor neto también es una vuelta de tuerca respecto de las selecciones de los últimos años.

– A Julio le calza justo mi estilo de juego. Él buscaba un receptor neto y jugadores que estén predispuestos para el equipo, que no piensen en sí mismos. Acá hay voleibolistas de mucha experiencia: ya no son “los pibes”, y creo que Julio buscaba jugadores que hayan ganado títulos. En la Liga Argentina se habla mucho de jugadores que ganaron un montón de plata pero que no saben lo que es la gloria. Tuve la suerte de ganar muchas ligas y entiendo cómo se hace para ganar. Y ahí no hay mucha ciencia: hay que entrenarse mucho y jugar en equipo, y eso es lo que pide Julio.

– ¿Cómo es entrenarse o jugar bajo la dirección de un mito como Velasco?

– Siempre vimos y leímos lo que Julio hizo en el exterior. Pero tenerlo acá es increíble. Te da ejemplos todo el tiempo, adentro y afuera de la cancha. Hay que tener la cabeza abierta y saber escuchar y aprender. Da pautas muy claras en el juego, en lo mental, en los entrenamientos. En el juego hace mucho hincapié en la recepción: apuesta mucho a que tengamos una buena recepción y de ahí arranque nuestro juego.

– En lo cotidiano, ¿qué cosas lo diferencian y en qué marca la diferencia?

– Tiene un conocimiento muy grande del vóley y del jugador. Por ejemplo, él muchas veces dirige la entrada en calor y hay muchos ejercicios de pesas que también maneja él. Conoce de lo técnico-táctico, y sabe de preparación del jugador en lo físico y en lo mental. Busca motivarte en el vestuario para que llegues inclusive con todo a la entrada en calor. Y afuera de la cancha es puro conocimiento. Yo soy de los más grandes de edad y por ahí te preguntás cuánto más podés aprender. Y Julio siempre tiene algo para enseñarte. Hay movimientos que, de tan repetido, vas naturalizando, y por ahí te corrige una mínima cuestión y empezás a mejorar al toque.

Cordobeses

Filardi, Garroq y Porporatto– Con Sebastián Garrocq y Sebastián Fernández empezaste a jugar al vóley en Banco de Córdoba y ahora lograste un bronce en el Mundial. ¡Y con Garrocq van a jugar juntos en la selección a los 34 años! Parece un cuento de hadas.

– Con los dos “Seba” nos conocemos de toda la vida. Con Garrocq empezamos a jugar juntos a los 8 años. El primer día que llegué al club, mi primer “amiguito” fue él. Después volvimos a jugar juntos en UPCN, y ganamos la Liga y la medalla de bronce del Mundial. Uno empieza a jugar para divertirse y después el deporte se convierte en un trabajo. Pero jugar en la selección con un amigo que empezó a jugar al vóley el mismo día que vos es una locura, algo impensado. Es increíble. Tenemos que disfrutarlo. Y jugar con “Porpo” (Gustavo Porporatto) también es un placer.

– Después de tantos golpes en su vida, de tantas situaciones desestabilizantes, verlo feliz a Gustavo debe ser muy reconfortante.

– Con “Porpo” hemos vivido antes otros años en la selección. La que le tocó pasar no se la deseo a nadie. Pero hoy está de vuelta, con todas las pilas, enchufado: se entrena y disfruta. Acá no se viene por la plata: a la selección se viene por la camiseta y por el orgullo. Yo lo admiro como jugador y como persona mucho más. Hablamos mucho con él y sabemos que mientras tengamos una posibilidad de estar en la selección a esta edad, tenemos que estar al 200 por ciento. Saber que tenés un compañero que está en la misma te motiva para estar al palo. ¡Y me pasa lo mismo con los dos cordobeses!

Fuente y Fotos: Gabriel RosenbaunMundo D

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