Julio Velasco en FranciaEl entrenador del seleccionado masculino analiza la idiosincrasia nacional y deja expuesta su indeclinable búsqueda por la eficiencia. “A las cosas hay que hacerlas bien. En eso la voy a pelear”, asegura.

Los rayos del sol comienzan a asomar tras una mañana gris en La Roche-sur-Yon, ciudad francesa con aroma a pueblito, en la que se vive con tanta tranquilidad que es posible escuchar el canto de los pájaros a la distancia. Aprovecha Julio Velasco para disfrutar un ratito de esa luz cálida en el restorán que tiene el hotel en su fondo al aire libre. Es el lugar en el que se desarrollará la charla con Clarín. Serán 55 minutos durante los cuales el entrenador de la Selección Nacional masculina de vóleibol, una figura preponderante en la historia deportiva, analizará la idiosincracia argentina alrededor del deporte.

-Apenas volviste a la Argentina, aclaraste que ponías los sentimientos sobre cualquier otro aspecto. ¿Eso te hace más tolerable a cualquier problema que surge?

-Quizás, no sé. A diferencia de los otros países donde trabajé, en Argentina entiendo rápido los códigos. Sé hasta dónde se puede ir. Hay cosas utópicas y otras que se pueden hacer si hay buena voluntad. Seguramente habrá cosas que me banque más que en otro lado, pero no voy a aflojar. No me resigno a que me digan que algo se hace mal porque estamos en Argentina. Yo pretendo eficiencia. Sé que no tendremos un gimnasio como éste de acá en Francia, pero no se puede justificar la ineficiencia en cómo está el país. Hay muchas cosas que se hacen bien y pretendo que si otras se deben atar con alambre, que se aten bien, con la punta hacia adentro para que nadie se corte. En eso la voy a pelear, no aflojo.

-¿Qué visión tenés de la idiosincrasia argentina, especialmente en el deporte?

-Creo que somos como muy adolescentes y creemos que si alguien no pudo hacer algo antes, fue porque no lo hizo bien. Eso es bueno, eh. Creemos que todo es posible. Eso es algo muy de los pueblos jóvenes, como los de Sudamérica, en los que aún nos atrevemos a soñar.

-¿Y cuál es la parte mala, si en tu opinión la hay?

-La parte negativa es que los argentinos nos agrandamos con facilidad y confundimos tener un punto fuerte con ser fuertes. Yo bromeo, pero no mucho, cuando digo que Dios nos eligió a nosotros, más ahora que tenemos al Papa. Si no pudimos demostrar que somos los mejores, es porque algún accidente en el medio debió haber. Ese es un talón de Aquiles para nosotros. Nadie es tan estúpido para pensar eso, pero a veces ciertos hechos nos hacen parecer que realmente lo pensáramos.

-¿Trabajando en el exterior tuviste inconvenientes similares?

-En Irán, mucho.

-¿Cómo los resolviste?

-Fue una batalla muy dura. De discutir, de imponer reglas, de convencer y explicar… todo en inglés, además. En Italia también, en otras cosas. Ellos siempre ponían excusas en términos generales. Con eso tuve que luchar muchísimo. En Argentina se cree más, pero también se es menos preciso en lo que se hace.

-Cuando quisiste hacer cambios, debió haber una respuesta del otro lado. ¿Cómo pensás que será en Argentina?

-El nuestro es un país híperabierto. Lo que no tiene que ocurrir es que con cada renovación llegue una nueva “verdad”. Eso se me hace ideológico. En los países donde se han hecho las cosas de un solo modo, se han hecho desastres. No se produce, no es rico. Es más fácil orientar las cosas, sí, pero no funcionan.

-¿Y qué creés que falta en términos de planificación deportiva en nuestro país?

-Puede ser un poco de planificación en sí misma. Pero sobre todo hay un problema con la calidad. En Argentina, si pedís calidad sos un “fifí” al que le falta barrio.

“Tenés que aprender a jugar en los adoquines” , te dicen. Está bien. Una de las cosas por las que soy famoso en Italia es porque les quité todas las excusas y en mis años allá hubo un cambio radical en ese aspecto. Pero no se puede hacer una apología de las cosas que no están bien. Y eso no tiene un color ideológico ni político: a las cosas hay que hacerlas bien. Yo siempre les digo a los jugadores y también a los dirigentes: un músico puede no bañarse durante tres días y tener el pelo por la cintura, pero cuando toca, toca bien y no desafina. Ese tema, que en el arte es clarísimo, en otros ámbitos no lo es. ¿Cómo se resuelve la calidad? Con la importación o con el pedido de importar. Siempre fue así. Después está la discusión política sobre si hay que importar o no, si hay que abrir el mercado o no, que es algo en lo que no me quiero meter. ¿Cómo se puede resolver que la cantidad de cosas hechas en Argentina se hagan bien? ¿Es todo una cuestión económica? (suspira) No sé si es sólo eso…

Fuente: Mauricio Codocea / Clarín – Foto: FeVA

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