FundamentosAl comenzar a practicar cualquier tipo de deporte, las personas se hacen promesas. Las promesas sirven para conseguir el objetivo, sin importar cual sea este: Lucir un buen cuerpo, liberar el estrés, tener condición física, parecerse un poco a un ídolo deportivo. No importa cuál sea la meta, la promesa siempre está presente y suele ser siempre la misma: ser constante, ser disciplinado, dedicarle tiempo y esfuerzo a la actividad deportiva.

Sin embargo, hay veces que concretar ese tipo de promesas cuesta muchísimo trabajo; literalmente sudor y lágrimas. La gente suele rendirse con gran facilidad, lo que nos lleva a un gran fracaso personal.

A partir de esto me pregunté a mí misma cuál era la inspiración por excelencia que le ha permitido y le sigue permitiendo a un competidor lograr la meta. Al ser deportista desde la infancia, la respuesta a mi cuestionamiento se presentó sin que me tomara demasiado esfuerzo alcanzarla, y cuando la claridad invadió mi mente, también comprendí que sólo aquellos que practican con devoción algún deporte, y en especial el vóleibol, conseguirán comprender la solución a mi pregunta:

A esta inspiración se le llama entrega. La inspiración verdadera, ésa que nos impedirá ceder ante cualquier tipo de obstáculo, es la comprensión absoluta del concepto. Cuando uno se convierte en un verdadero deportista se rinde ante esta única, irrevocable motivación.

Pero, ¿qué significa este tipo de inspiración?  

Es muy sencillo y un verdadero jugador lo sabe. Cuando uno practica el vóleibol, uno se transforma en vóleibol: come, respira y sueña el vóleibol. Uno comienza a comprender que la identidad propia pasa a un segundo plano, la identidad se funde en la camiseta y en el nombre; que las promesas (disciplina, constancia, esfuerzo) se vuelven mandamientos, que los objetivos como tener un buen cuerpo o liberar el estrés son insubstanciales, intrascendentes; sabe que al jugar por entrega la vanidad pasará a segundo plano y con ello la serenidad, ya que cuando uno busca la verdadera inspiración para jugar al vóleibol sabe que el aspecto físico se dañará y que la ansiedad y la preocupación por el resultado final lo invadirán todo: corazón y mente. Los tobillos, los hombros y las rodillas resultarán muy probablemente lesionados en la pesquisa por salvar el balón, la competencia se convertirá en una guerra auténtica, una batalla de emociones (tan significativo es el estado anímico en el vóleibol). Uno estará tan involucrado en el juego que sabrá a la perfección el peso del balón, la distancia de la cancha, el movimiento justo para acertar dirigir el balón a un punto específico, pero no sólo eso: uno estará tan involucrado en la consecuencia de cada entrenamiento y en la concentración para la victoria que los amigos de la escuela ya no serán tan importantes (los verdaderos amigos los encontrarás dentro de la cancha), las fiestas, incluso el estudio serán inexistentes. Nada tendrá tanto color como la satisfacción de asistir y cumplir con un entrenamiento. Será una obligación personal dormir temprano y no abusar de sustancias nocivas; entrenar como si se estuviera ya en plena contienda por el campeonato.

Cuando uno juega por entrega, por la inspiración última, el equipo se volverá una familia, los compañeros y el entrenador hermanos de sangre; sabe que el fin ya no es propio y el fracaso ya no es personal, involucra a cada uno de los integrantes, por lo que habrá que esforzarse el doble. El resultado será sagrado e intocable; se podría decir que se tornará metafísico. La victoria se volverá la única alternativa.

No hay mayor inspiración que conocer la sensación de la verdadera entrega. No hace falta mucho para dejarse seducir por esta inspiración, uno simplemente tiene que involucrarse, dejarse llevar por la emoción extrema que resulta dejar el alma en la cancha; hacer hermanos, jugar para los demás. Ser humilde a la vez que orgulloso. Ser agresivo en el ataque, astuto en el rescate, inteligente en el bloqueo. No hace falta mucho realmente, basta saborear el ideal de la victoria y el mal sabor que resultaría la derrota. Imaginarse a uno mismo en el agotamiento de la celebración; el trofeo en el aire, entre el sudor y el dolor de los músculos consumidos.

Por: Harumi Esparza Maeda. Colaboración: Renata Matuk

Fuente: Vóleibol México

]]>