Normal 0 21 false false false MicrosoftInternetExplorer4

Ihosvany HernándezHace nueve años que Ihosvany Hernández tomó la trascendental decisión de abandonar su país, Cuba, quizás para nunca más poder volver. Desde ese momento, el central se convirtió en un trotamundos del vóleibol.

Jugó en Italia, Turquía, Polonia, Rumania y ahora, a los 38 años, por primera en Argentina, integrando las filas de Buenos Aires Unidos. Una historia de vida que merece ser contada y, por supuesto, leída. Una historia personal que tiene mucho que ver con el vóley, pero no solamente con el deporte que eligió como su forma de ganarse el sustento. Su proverbial amabilidad y disposición, permitió un repaso de muchos años y diversos temas.

-¿Cómo vivís tu primera experiencia en la Liga Argentina? ¿Es como esperabas, mejor, peor, diferente?

-Sinceramente, esperaba un campeonato menos competitivo. Tenía referencias de que Bolívar era el equipo más fuerte, que había ganado cuatro títulos seguidos. Y generalmente, cuando eso sucede, el equipo que gana casi siempre los torneos es el que más dinero invierte, trae los mejores jugadores y es hasta lógico que salga campeón. Pero he llegado y veo que el campeonato es muy competitivo y que hay otros equipos además de Bolívar que pueden ganar. Pienso que vamos a tener una muy buena Liga esta temporada. Y tampoco esperaba una organización tan buena. Se juega dos veces a la semana, las reglas están muy claras, el público alienta mucho y a la vez es respetuoso con los jugadores. Nos ha pasado en las distintas canchas en donde hemos jugado. Me he llevado una grata sorpresa.

-¿Y cómo es Buenos Aires Unidos como equipo y como organización?

-Es otra sorpresa grandísima. El primer contacto que yo tuve con Buenos Aires Unidos fue a principios de julio pasado. Me llamó Waldo (Kantor) y se interesó por mí, empezamos a charlar, me dijo que era un proyecto nuevo, que se estaba gestando. Y yo pensaba que, como todo proyecto nuevo, iba a llevar tiempo poder lograr un buen funcionamiento. En todo sentido, no sólo en lo deportivo. No sabía si los directivos entendían de vóley, si conocían las necesidades que tenemos los jugadores para entrenar, para ir al gimnasio. Lo cierto es que desde que llegué a Argentina, el 21 de agosto, me encontré con una cosa completamente diferente. Los directivos son respetuosísimos con los jugadores, conservan el margen de intimidad del plantel, respetan el espacio de trabajo y, al menos para mí, y creo que los demás jugadores piensan igual que yo, todo lo que hemos necesitado desde nuestra llegada lo han podido cumplir para facilitarnos la adaptación. Hasta aquí, tengo una muy buena impresión de Buenos Aires Unidos.

-¿Se puede comparar en algún punto con alguno de los equipos europeos en donde has jugado?

-Yo he jugado en varias ligas europeas y pienso que ésta de Buenos Aires Unidos es una organización bastante profesional. Hay gente capacitada y a nivel organizativo, es posible compararla con, por ejemplo, algunos equipos de Italia. Estamos bien estimulados desde el punto de vista físico-técnico-táctico, y los directivos están siempre cerca del equipo y pendientes de lo que haga falta.

-Habías estado varias veces en Mar del Plata, pero nunca tanto tiempo como ahora. ¿Con qué ciudad te encontraste?

-La última vez que yo había estado aquí fue en 1999, para las finales de la Liga Mundial con el seleccionado de Cuba, donde perdimos la definición con Italia en el Polideportivo. Sinceramente no me esperaba una ciudad tan grande. Nosotros íbamos del hotel al estadio, para jugar o entrenar, o a pasear al centro o por la zona del Casino. No teníamos mucho tiempo para ver demasiado. Ahora he podido conocer mucho más y Mar del Plata es fantástica. Una ciudad muy linda, que le ofrece de todo a la gente. Y lo mejor para mí es la playa. Yo soy de una isla y para mí, lo mejor es ver la playa, aunque sea poco, pero me gusta verla, y aquí (vive en el apart Avenida del Mar) estoy justo enfrente. Me encanta la ciudad. Me impresiona la organización y, a lo mejor en mi caso porque vivo por esta zona, que no es peligrosa en absoluto. En Europa se habla mucho de las cosas feas de Argentina, de la inseguridad, del gobierno, de las fuerzas de seguridad, de lo peligroso que es andar de noche. Hasta ahora, veo una ciudad tranquila, a la que se puede venir a pasear con la familia y disfrutar sin problemas.

-¿Qué cosas rescatás de todos los países en donde te tocó jugar?

-La primera enseñanza es que uno no puede parar de hacer las cosas. Para mí, el deporte es un reto . En cualqu ier parte que vaya, tengo que demostrar mi rendimiento, mi ímpetu, mi deseo de hacer cosas buenas. A mi edad, muchos jugadores, piensan que no tienen nada que demostrar o directamente se retiran. Y pienso que es un error retirarse joven. Conocí muchísimos jugadores y cada uno de ellos me fue transmitiendo la voluntad de poder llegar a esta edad con el físico y la mente fresca como para poder seguir haciendo cosas. El recuerdo más grande que me he llevado de cada lugar en que he estado, es ese: si quieres ser alguien en la vida, siempre tienes que demostrar algo.

-Has tenido una carrera muy prolongada. ¿Te has planteado alguna vez qué te gustaría hacer cuando ya no juegues al vóleibol?

-Yo soy Licenciado en Cultura Física y actualmente estoy radicado en España, en Alicante. Allá el vóleibol no está pasando por su mejor momento, así que tenemos organizado para el próximo verano europeo un campamento con jugadores jóvenes. Vamos a empezar en Italia, con unos amigos, en Verona. Tenemos inscriptos casi 150 niños que van a trabajar durante cuatro semanas. Así voy a iniciar una adaptación, no tanto a la realidad de la calle, sino a enfrentarme a un cambio de vida social. Cuando uno es jugador, tiene tiempo para prepararse, para entrenar, para descansar. En cambio, cuando uno es entrenador, tiene que transmitirle al jugador un montón de conceptos y, además, el entrenador no descansa nunca.

-¿Y te has puesto un plazo para eso?

-No sé, a lo mejor mi carrera deportiva puede terminar este año, o tal vez seguir un año más, pero no mucho más. Podría seguir, pero me gustaría hacerlo con un objetivo, una motivación, algo que me ayudara a afrontar la exigencia. Y además tengo que pensar en mi familia, porque no podemos estar de acá para allá todo el tiempo. En seis años, hemos vivido en cinco países diferentes. Entonces, a mi mujer se le hace difícil trabajar, insertarse en la sociedad. A mí me gustaría quedarme aquí el próximo año, pero eso depende de muchas cosas y todavía es demasiado pronto para decidir cosas.

-¿Qué recuerdos tenés de los enfrentamientos de Cuba contra el seleccionado argentino?

-Uff! ¿Qué recuerdos? A Hugo (Conte) haciéndome así –N. del R.: hace un gesto graficando la pelota pasando suavemente por el costado del bloqueo- o usándome las manos para hacer rebotar la pelota hacia afuera; a Marcos (Milinkovic) pasándome la pelotita por atrás del bloqueo, a (Jorge) Elgueta siempre aguerrido; a (Javier) Weber tratando de moverme a derecha o izquierda para engañarme, a (Marcelo) Román. Tengo muchos hermosos recuerdos. Jugamos muchas veces. Aquí, en Cuba, en Brasil, en Japón.

-Como gran conocedor del vóley argentino, ¿cuál sería tu análisis?

-El seleccionado tuvo una etapa bárbara, entre 1982 y 1988 (N. del R.: medallas de bronce en el Mundial de Argentina y en los Juegos Olímpicos de Seúl). Después bajó un poquito y remontó en 1995, cuando (Daniel) Castellani estuvo como entrenador y ganaron los Panamericanos, se insertaron en la Liga Mundial y llegaron a los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 donde se metieron entre los cuatro primeros (N. del R.: tras un inolvidable triunfo sobre Brasil). Hasta el Mundial 2002 el equipo estuvo siempre en la pelea. Pero después, no sé qué pasó. Sé que hubo una crisis muy grande en el país y eso sin dudas afectó al vóley también. Ahora, es como que está resurgiendo, con una nueva generación de jugadores, con un entrenador con muchas ideas buenas.

-Habías compartido equipo con Sebastián Firpo, en Rumania, y ahora te encontrás como compañero de Kantor y Milinkovic. ¿Lo hubieras imaginado?

-Nunca. A Waldo lo conocí en 1989; él ya era un experimentado y yo recién empezaba. A Marcos lo veía mucho, lo enfrenté muchas veces y es un súper jugador. Ha sido uno de los más grandes del vóleibol mundial. Con el “gordo” (Firpo) coincidimos en Rumania, en un año un poco difícil, por el frío, algunas costumbres, pero deportivamente nos fue muy bien. Salimos campeones de la Copa y subcampeones de la Liga. Con Gastón (Giani) jugamos en contra en la Liga de Turquía, a Martín (Meana) también lo conocía. Ellos son los que me dicen “oye, Negrito, todavía estás jugando” (risas). Y aquí estoy, dando un poquito de guerra, todavía.

-¿Y hablan entre ustedes del objetivo campeonato con Buenos Aires Unidos, o la idea es ser protagonistas y ver hasta dónde se puede llegar?

-Yo no quiero dar el paso más largo que lo que da mi pie. El equipo tiene muchas figuras, con gente que conoce mucho de vóley, y en donde cada uno sabe las responsabilidades que hay con este equipo. Estamos trabajando muy bien. Cerramos la primera parte invictos, perdimos muy pocos sets, y tenemos que encarar la segunda parte de la misma manera, con la misma seriedad. Yo siempre digo que en el deporte hay que tener un poco de suerte, pero también, que a la suerte hay que ayudarla. Y nosotros entrenamos de una manera en la que se ve que podemos llegar a conseguir grandes cosas. Esperamos llegar lo más lejos posible.

-Decidiste abandonar Cuba en 2001, después de haber jugado varios años en el seleccionado y de haber sido incluso el capitán. ¿Qué lleva a una persona a tomar una decisión semejante?

-Es una historia muy larga y, obviamente, para mí fue una decisión muy fuerte. Yo era representante de mi país, estuve siete años como capitán del equipo nacional y doce años en el seleccionado. El problema fue que dentro de ese equipo había mucho descontento interno, en el sentido de que el Gobierno y el Estado cubano no reconocían el esfuerzo de los jugadores. El deporte en Cuba, no es un secreto, tiene una cantera grandísima, se invierte mucho dinero, muchísimos jóvenes practican deporte. Pero nosotros, más que condiciones económicas, pedíamos condiciones de vida. El equipo exigía redes para entrenar, pelotas, que nos acondicionaran el estadio par a jugar, que nos dieran zapatillas, ropa de entrenamiento adecuada y que nos buscaran rivales para enfrentar de la misma calidad que tenía Cuba. El ambiente del vóleibol internacional sabe que el equipo cubano mide fuerzas solamente en Cuba. No teníamos tope con ningún otro equipo, porque el gobierno no deja que sus jugadores vayan a jugar a otras ligas internacionales. Entonces, ¿cómo un equipo puede foguearse, adquirir experiencia, cómo un jugador puede aprender a absorber la presión de jugar una semifinal o una final ante 15.000 o 16.000 personas? Esas sensaciones queríamos probarlas siempre y era lo que le pedíamos al Gobierno, pero no nos respondía. O lo hacía con evasivas. Y nosotros éramos segundos en el ranking mundial de la FIVB. Nunca obtuvimos la solución.

-Sin embargo, hubo presencia de jugadores cubanos en la Liga italiana, por ejemplo…

-Sí, hubo un período de dos años, entre 1999 y 2000, en que el Gobierno nos dio permiso para jugar en la Liga italiana. Y los jugadores cubanos tuvimos muy buenos resultados, tanto individuales como colectivos. Pero lo más importante fue la experiencia de jugar, en cada año, entre 45 y 50 partidos en el más alto nivel. Algo que nunca había pasado. Y además, le reportamos mucho dinero a nuestro país. Porque nuestros contratos eran entre Cuba y los clubes italianos. Entonces, Cuba sólo nos daba a los jugadores el 5% de ese contrato. Y esa condición, obviamente, generó otro descontento.

-¿Y qué sucedió después?

-El vóleibol masculino cubano no obtuvo los resultados esperados en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. Nos encontramos con un cruce difícil contra los rusos, en cuartos de final, y perdimos ese partido 3 a 2. Y entonces, no sé si por represalia por los resultados o por descontento porque nosotros teníamos algunos privilegios, como vivir fuera de Cuba, el Gobierno cortó radicalmente la posibilidad de que pudiéramos seguir jugando en Europa. Y les planteamos el hecho de que, ya que no podíamos seguir compitiendo afuera, que por lo menos nos ayudaran a resolver los problemas que habíamos planteado en su momento, porque si no, en un plazo de dos o tres años, el equipo nacional se iba a caer. Y ellos, como dicen acá, no nos daban bola.

-¿Y cómo llegaron a la decisión de abandonar el país?

-A esa altura, el descontento era generalizado. Llegamos a Bélgica para un torneo de fin de año, en Amberes, después de haber dejado Cuba el 23 de diciembre de 2001. Fue la última vez que estuve en mi país, hace 9 años. En ese torneo nos enteramos que un jugador del equipo, Angel Dennis, había pensado dejar la concentración. El se fue el 29 de diciembre, y nosotros, antes de volver, dijimos, “ahora cuando lleguemos a Cuba van a tomar represalias con el equipo”, y entonces decidimos tomar la misma decisión. Y al día siguiente, el 30, nos fuimos otros cinco José Luis Hernández, Yasser Romero, Leonel Marshall, Ramón Gato y yo.

-¿Qué hicieron?

-Estuvimos en Bruselas y después nos fuimos para Italia y nos radicamos allí.

-¿Pero el equipo no estaba vigilado por gente del Gobierno cubano?

-Ese seleccionado era muy confiable para el Gobierno. Porque era un equipo que viajaba siempre y siempre había vuelto. Y volvía con mucha plata, guita –como dicen ustedes- para el Gobierno y nunca había surgido ningún problema. Hasta ese momento. Yo pienso, sinceramente, que ellos sabían que de un momento a otro iba a explotar la bomba. Ellos apretaron, apretaron y apretaron, hasta que explotó. Fue una decisión extremadamente difícil, cada uno de nosotros respetó mutuamente a los que se fueron y los que se quedaron. Y nuestros familiares también nos apoyaron, aunque fue un impacto muy fuerte, justo en diciembre, un mes de fiesta, para estar con la familia.

-Obviamente, no pudiste volver a entrar a Cuba, pero ¿tus familiares sí han podido salir para verte?

-Gracias a Dios he podido ver a mi madre y a mi padre. Hace dos años fueron a visitarme cuando yo estaba jugando en Polonia y se quedaron tres meses. Los dejaron porque la carta de invitación la hizo el club, y seguramente habrán pensado que dos personas mayores acostumbradas a toda una vida en el Caribe no iban a tener mucho para hacer en Polonia, con un frío polar. Y también pude ver a mi hermana, que recibió una carta de invitación cuando yo jugaba en Italia. Sin embargo, no he podido ver a mis dos hijos, y realmente tengo un dolor muy grande en el corazón porque se están criando con la madre y los abuelos, sin el apoyo moral del padre. Mi hija tiene 15 años y el varón está por cumplir 11.

-¿Estabas divorciado cuando decidiste dejar Cuba?

-Sí, ya estaba divorciado de la madre de mis hijos. Yo siempre digo que soy un presente ausente. Porque siempre los llamo, dos o tres veces por semana, estoy atento a cómo les va en el colegio, estoy al tanto cuando tienen exámenes, y sé dónde van a estar cuando se van de vacaciones. Y mi trabajo me permite ayudarlos a ellos económicamente. Teóricamente, ellos no están tan mal como el 60% de la población en Cuba. Les mando una remesa mensual y así están bastante tranquilos.

-¿Tu actual esposa es cubana?

-Sí. Nos conocimos hace seis años, cuando yo estaba jugando en Italia. Ella era modelo y estaba en Italia por cartas de invitación, empezamos la relación, pasó el tiempo y el año pasado decidimos formar una familia y tenemos un niño de 7 meses que nos llena de alegría verlo crecer día a día. Me siento muy bien con ella.

-¿Y cómo es la situación de ella con respecto a Cuba?

-Ella puede ir a Cuba. No ha tenido ningún problema. Puede estar un tiempo afuera y regresar cuando quiera. En ese sentido, está libre. No tiene nada que ver con la decisión que yo tomé cuando integraba el equipo cubano de vóleibol.

-Sos un caso extraño entre quienes dejaron Cuba porque la mayoría reside en Miami…

-Sucede que el vóleibol en Estados Unidos no tiene mucha fuerza, aunque sí se juega mucho en la Universidad. En Miami están radicados los cubanos que salen del país directamente con la intención de ir a Miami. Es gente que está muy descontenta con el Gobierno y quiere cambiar su vida. Hasta diría que son personas dignas de admirar porque arriesgan su vida por tratar de lograr un poquito de libertad o un poquito más de respiro en sus vidas sociales. Y cuando llegan a Miami, se dan cuenta de que hay un sistema de vida “capitalista” que hay que respetar y que en Cuba no existe. Allí están descontentos por algunas decisiones del Gobierno, porque hace 54 años que seguimos haciendo las mismas cosas. Según el Gobierno hay un bloqueo total, pero el Gobierno tampoco quiere abrir las puertas de ese bloqueo. Muchos cubanos no aguantan esa situación y se van. En Miami hay casi dos millones de cubanos en el exilio y están esperando, algún día, poder volver a su patria.

-¿Y cuál es tu posición?

-Por el tipo de trabajo que hago, y por el tipo de persona que soy, siempre me encantó Europa. Por la cultura, por el clima, porque la gente piensa un poco diferente a nosotros, los latinoamericanos. En todos estos años jugando y viajando por allí, me he ido familiarizando con las costumbres europeas. La comunidad cubana en Miami es muy linda, muy grande y están allí por algo. Yo antes lo leía en libros o lo escuchaba de personas que lo aseguraban por haber vivido, y ahora puedo afirmar que lo peor para un ser humano es ser emigrante. No estás en tu país, no estás con tu gente, con tus costumbres. Estás como de prestado. Aunque tengas todas las condiciones, comodidades y dinero, siempre hay un día en que te pesa ser un emigrante. Porque no estás en tu lugar. Pienso que nosotros, los cubanos que estamos afuera, nos merecemos algún día poder regresar a nuestra patria y estar con nuestras cosas.

-¿También elegirías volver si pudieras hacerlo?

-Si pudiera volver, sí, sin dudas. Es mi tierra. Incluso como deportista, tal como veo la situación, me gustaría volver y hacer algo para mi gente, para la nueva generación de deportistas. Con la experiencia adquirida en tantos países, me gustaría ayudar. No pretendo llegar y ser jefe, sino aportar mis conocimientos para el desarrollo del deporte en Cuba.

-¿Creés que la situación puede cambiar en Cuba?

-Pienso que ya se han hecho cambios y se siguen haciendo. A veces positivos, a veces negativos. Según mi criterio, el problema es que Cuba no utiliza un camino y lo sigue. Tal vez se toma una decisión, y luego cambian de dirección porque creen que se equivocaron. Y después vuelven a cambiar. Y Cuba no necesita de gente que se equivoque tanto, porque ya hubo equivocaciones durante más de 50 años. Hoy, el pueblo cubano necesita gente que la ayude a salir de la crisis económica que está pasando el país, y de la crisis social. No es un secreto para nadie que, si de 10 millones de cubanos, hay dos millones que están fuera del país, toda familia tiene uno o más integrantes lejos de su casa, y eso representa una crisis que genera un hueco enorme en el pueblo cubano.

-¿En cierta forma, por el lugar que ocupaban, ustedes eran privilegiados?

-Sí, porque el Gobierno cubano apoya mucho al deporte. Y nuestro equipo de vóleibol obtuvo grandes éxitos, fuimos embajadores de Cuba, representamos al país y lo hicimos bien. Estuvimos en la elite mundial, le reportamos mucho dinero al Gobierno, y por eso, nos daban ciertas prioridades. Pero no siempre es así. En estos últimos cinco años, cuando el vóleibol cubano fue perdiendo prestigio, el Gobierno le fue restando apoyo. Ahora llegó un grupo de jóvenes que hizo una buena actuación en el último Mundial y el Gobierno los está mirando otra vez con atención.

-¿Al común de la gente cubana le molesta que el turista que llega a la isla pueda tener acceso a un montón de cosas que los propios cubanos no tienen?

-Es cierto que el ciudadano cubano está muy bien preparado. Gracias a la Revolución ha podido estudiar y es conocedor de distintos temas, pero estaba desvinculado del mundo con respecto a la información. Y hace unos años, el turista estaba mal visto. Porque llegaba a Cuba y con dinero, compraba todo. Y los trabajadores cubanos no podían permitirse ir a esos lugares o comprar determinadas cosas. Pero el Gobierno siempre apoyó al turismo, porque constituye una base de ingresos muy grande. Actualmente, el turista pasa como inadvertido. Porque muchos cubanos tienen familiares que viven y trabajan en el extranjero, y les envían ayuda económica a sus parientes que viven en Cuba, con lo que pueden acceder a las mismas cosas que los turistas. Antes, los cubanos no podían entrar a los hoteles, no podían alquilar autos, no podían relacionarse estrechamente con el turista. Estaba totalmente prohibido. El Gobierno, que promovía el turismo, pensaba que si los cubanos hablaban con el turista, y empezaban a conocer cosas, se iban a rebelar y a plantearse “por qué ellos sí y nosotros no”. Al final, terminó pasando eso, y el Gobierno ha tenido que flexibilizar algunas cosas. La gente que recibe dinero del exterior de algún familiar, puede acceder a las mismas cosas que los turistas. Pero el trabajador cubano, no, porque el salario mínimo no alcanza para ir a un hotel o para comprar en las tiendas internacionales.

-¿Llegaste a tener contacto personal con Fidel Castro?

-Sí, yo lo conocí en el año 1989. Yo era nuevito en el seleccionado nacional, tenía 17 años. Los equipos femenino y masculino de Cuba ganamos la Copa del Mundo en Japón, con una semana de diferencia entre ambos logros, y nos recibió en el Palacio de Gobierno. Es un hombre que me impresionó de sólo mirarlo. Fue un gran impacto conocer al líder de la Revolución. El hombre que luchó para que el pueblo cubano tuviera una identidad en el mundo. Estrecharle la mano y sacarme fotos con él, para mí que era un jovencito, fue impresionante. Esas charlas con él me sirvieron para creer un poco más en lo que yo estaba haciendo, porque recién empezaba en el deporte. Castro nos hizo ver que teníamos una gran responsabilidad y compromiso para con el pueblo cubano. Más adelante lo volví a ver en 1998, cuando ganamos la Liga Mundial. Yo ya era el capitán, pudimos hablar un poco más y yo ya era más grande. Para mí ha sido uno de los personajes históricos más grandes que han existido en el mundo.

-Es curioso. Vos y muchos cubanos están descontentos con el Gobierno, pero sin embargo tienen una imagen positiva de Fidel Castro…

-Sí, sí. Muchos cubanos fuera de Cuba y algunos adentro, tienen una idea positiva de Fidel como figura. Después, que él haya querido mover las fichas del juego en cuanto a la organización del Gobierno y del Estado de una forma que no era la esperada, es otra cosa. Como figura, él ha sido un grande. Y en el extranjero, se asocia a Fidel de una manera positiva. No hablo de los cubanos en Miami, ni del pueblo cubano, que ha sufrido cosas que si no vives allí, es imposible saberlo. En Japón, en Australia o en donde sea, la gente habla bien de Castro. Pero cuando le empiezas a contar cuestiones internas, de inmediato aparece el conflicto. Como que las cosas no son tanto como la gente cree.

Fuente y Foto: Marcelo Solari (Bs. As. Unidos) / ACLAV
]]>